Cap. 6

Ag 2023-Miriam Rodriguez

Sueños en color
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La bufanda terminó enlazada en el manubrio del monopatín.

_Aroa, ponete el casco, subite y agarrate muy fuerte. 

Ella no entendía demasiado, pero le hizo caso.

_ ¡Vamos, la aventura nos espera! Tomó unas hebritas de lana con el pico y el largo tejido quedó tenso. Detrás, la niña en monopatín esperaba el despegue. Las dos hojas de la ventana se abrieron solas, un enérgico viento entró en el cuarto, como el trineo de papá Noel salieron por el balcón y surcaron el cielo.

¡Era increíble! ¡Pura magia!

De pronto comenzaron a bajar. Carretearon unos cuantos metros por un camino de tierra.

El polvo le enturbió los cristales. Cuando al fin pararon la marcha, Aroa, se quitó el casco, se limpió los anteojos y solo pudo ver un paisaje plano, interrumpido por rocas de diferentes tamaños.

Muun voló a su alrededor y dijo_ Acabamos de aterrizar en la prehistoria.

_ ¿En la prehistoria?!!!Gritó, llevándose las manos a la cara y agrandando exageradamente los ojos. Y sin abandonar su estado de sorpresa, señaló hacia adelante_ ¿Y eso? 

Una tropilla de caballos salvajes cruzó frente a ellos. Todos eran oscuros menos el último que era azul y rojo.

_ ¿Un caballo de colores casi igual a los míos ?¡Qué raro !, dijo Muun.

_ ¿Raro? habló Aroa. Sos un colibrí que habla. Viajamos a la prehistoria en monopatín, ¿y te parece raro un caballo de verdad con los colores de uno de carrusel?, y se sentó en la tierra riendo a carcajadas, mientras unas alitas la despeinaban.

El caballo se les acercó y movió la cabeza como indicando un lugar.

Escondieron sus cosas detrás de una gran piedra y lo siguieron.

Llegaron a una cueva, y lo que vieron fue maravilloso.

Un niño sostenía una antorcha y el fuego iluminaba a una mujer que pintaba la caverna. Los dos llevaban pieles como vestimenta y ella entre ese único abrigo, sostenía envuelto a un bebé. Estaba en cuclillas, con una mano apoyada sobre la tierra y la otra alzada no dejaba de imprimir color sobre la roca. También había figuras de animales y hombres con arcos y flechas persiguiéndolos. En el suelo había más fuego y a su alrededor, piedras con hojas y distintas hierbas, de donde salían los pigmentos que la mujer utilizaba.

_ ¿Ves? le dijo muy bajito, Muun a Aroa. Este es el principio. Esa mamá, está dejando arte en la roca para que todos, millones de años después sepamos como vivían.

Aquello era real y estaba sucediendo frente a sus ojos. ¡Era hermoso y tan mágico!

Salieron sin ser vistos y regresaron a buscar el monopatín.

Cuando estaban preparados para partir, el caballo se acercó, dobló sus patas delanteras y se dejó acariciar.

Nubes en distintos azules y rojos los envolvieron, la bufanda se tensó y el monopatín tomó vuelo.

El jazmín, los geranios y la santa Rita del balcón se abrieron como un gran portal para dejar paso al vehículo fantástico y sus viajantes.

Ya estaban en casa.

_Este será nuestro secreto, Aroa. No podès contar nada de todo lo que acabamos de vivir. Lo vamos a guardar para siempre en nuestros corazones.

Tenes que cuidar el fuego. Nunca lo olvides. Las llamas que vimos en la caverna son las que le dan calor a tus emociones y sentimientos y luz a tus sueños.

Voló hasta la naricita de la nena y con su pico le hizo cosquillas. Así sellaron el pacto.

Y se fue en forma urgente. Debía llegar a Kantunil antes que la luna lo hiciera.

En su dormitorio, la niña buscó todo el material y se puso a dibujar y a pintar. Estaba tan iluminada como la noche de la isla de los colibríes.

Miriam Rodriguez
Miriam Rodriguez

"Todos tenemos algún vidrio roto en el alma, que lastima y hace sangrar, aunque sea un poquito. Al escribir, siento que puedo sacar un poco de esos vidrios fuera de mí. Al ponerlos en un papel ya no me dañan” - Eduardo Galeano. Quizás esa sea la razón por la que me encanta escribir.

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