Vámonos a marte

Jun 2023-Gregsson Camacho

Historias de otra galaxia
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"Vámonos a marte, inventemos nuevas reglas, seré tu Adán y tú mi Eva.”

El amor se presenta en 10 mil maneras diferentes, hay tipos de amor, como estrellas en el espacio, y cada uno, por más repetitivo que parezca, es único.

Esta es la historia de un hombre en sus 30, con un buen empleo y casado con el amor de su vida, ese que conquistó hace 10 años, que cuidó y respetó siempre, pero que no pudo evitar enamorarse de su mejor amiga.

Los esposos se encontraron pasando por momentos difíciles en su relación, bastante solitarios y desconcertantes. Durante casi un año, intentaron tener un hijo; Pero nada les estaba funcionando, su chispa se iba apagando en cada resultado negativo, y aunque no lo decían, cada uno culpaba al otro, intentaron de todo hasta el punto de volverse doloroso y difícil de creer, algo que para muchos era tan fácil, para ellos era la destrucción de su vida, de sus sueños.

Quizá era también la excusa para avivar el amor que se encontraba perdido en los grises de una paleta de colores.

Ella, se inundó en su tristeza, alejó todo deseo de su esposo y se centró en su carrera. Ejercía como consejera en una escuela primaria, estaba rodeada, en forma constante, de niños y sus problemas tanto en casa cómo en la institución, muy buena en lo que hacía y enfocada en ayudar, muchas veces notaba, con recelo, la ingratitud de algunos padres, al no brindarles la atención necesaria a sus hijos, o quizá eran síntomas de envidia del no poder ejercer ese derecho que día a día se le fue negado, ser mamá.

Él, vivió amargamente su situación, sin poder hablar con alguien, siquiera en su propia casa, para evitar causar dolor o angustia, pero él también sufría, aunque no lo demostraba.

Vivía una rutina desgastante; 5 am, sonaba el despertador, se cepillaba los dientes y tomaba una ducha rápida, encendía la cafetera mientras miraba las noticias relevantes del día, vestía con camisas, pulcras y planchadas, sacos elegantes, y una variada serie de corbatas y pañuelos. Partía en auto a su trabajo, como gerente de ventas en un concesionario de autos, volvía al mediodía para almorzar con su mujer, y a las 14 horas volvía a su ejercicio de profesión, donde no la pasaba mal, pero su semblante vitoreaba a una persona infeliz y cansada de la monotonía. Volvía a casa a eso de las 18 horas, su esposa lo esperaba de forma habitual con café y galletas para compartir datos sobre su día, tomaban duchas separadas, se turnaban para preparar la cena, y para lavar los trastes, compartían una copa de vino, miraban juntos televisión por unos instantes y luego cada uno tomaba un libro y se alejaban en silencio a perderse en las páginas de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Orgullo y prejuicio en habitaciones separadas. Dormían juntos y evitaban con sutileza el tema que los acongojaba, y por consiguiente el sexo.

Y así pasaba la mayoría de los días, en un eterno espiral sin conciencia. Las noches más divertidas y diferentes eran esas donde recibían visitas, de sus familiares y amigos, el cual siempre originaban asombro de la perfección que emanaban. Cada uno de los visitantes que entraban a ese hogar o compartían con ellos, se llevaban la impresión de un hogar feliz y lleno de todo el amor que el universo pueda proveer. “Son bendecidos”— Decían constantemente.

Pero las falsas sonrisas y el acto de seres intachables y de relación incorruptible desaparecían al estar solos de nuevo.

Él, un personaje perspicaz y lleno de comentarios sagaces, se hizo nombre como mejor vendedor y por eso obtuvo su merecido puesto. Una tarde, a menos de una hora de cerrar el concesionario; Miró desde lejos, una linda mujer, que vestía un traje entallado con una falda al cuerpo, unos tacones negros altos, cabello rubio y lentes de graduación, tenía buen lejos, y al acercarse su mente explotaba admirando su buen cerca.

—¿Me recuerdas?, solíamos ser mejores amigos en la secundaria, quizá tenía el cabello un poco más ondulado y usaba frenillos y unas gafas menos lindas.

Decía la misteriosa mujer mientras el caballero se presentaba para ofrecerle un trato por el auto que estaba admirando.

Él, sorprendido, pero rápido, recuerda a su amiga, esa que lo sacó más de unas mil veces de aprietos en trabajos grupales, tutorías, y prácticas, también recordó que fue su primer crush, pero nunca lo dijo.

Apretó su mano con delicadeza, poniendo otra encima, dando un toque más personal al saludo, y validando su pregunta. — por supuesto que te recuerdo, hace mucho que no pensaba en ti, pero en los mejores recuerdos de mi vida estabas presente, que bien te ves. Dijo de forma encantadora aquel hombre, que en sus ojos chispeantes insinuaban el reinicio de una amistad.

Hablaron por un rato, poniendo al corriente de sus vidas.

¿Estás casado?— preguntó sin problemas aquella mujer confiada.

Respondió con movimientos de cabeza aquel hombre, acertando de forma positiva la pregunta, y diciendo. — La conoces, es la misma novia que tuve desde que empecé la universidad.

Haciendo un gesto asqueado, arqueando una ceja y evitando una mirada, dijo en voz baja y quejosa, - Si, la recuerdo.

Él hizo caso omiso a lo que pasó y preguntó lo mismo, a lo que su respuesta de alguna manera le generó algo de ilusión, - No, ni novio, tengo; estoy enfocada en mí y es lo único que importa.

Se despidieron, intercambiaron datos y prometieron reencontrarse para charlar más sobre su vida.

Esa noche fue diferente para él, su esposa lo notaba contento.  Silbaba y se ofreció de forma voluntaria a preparar una gran cena, los deseos de su mente los llevó a la cama con su esposa donde después de mucho tiempo encontraron una perfecta armonía sexual.

Fueron pasando los días, las rutinas continuaban igual. En la mañana de un martes, se apareció aquella confiada y sexy mujer con dos cafés y una par de donas, para compartir, pasaron un rato agradable, y él sin ya casi nada que inventar para evitar el comentario de una salida más informal, le invitó a cenar en casa, con su esposa. Ella, muy poco convencida, aceptó.

Los esposos hablaron esa noche, y compartieron sus experiencias del día, a lo que él cuenta, de su extraño suceso, y le indica el encuentro que tuvo y que propició una invitación a cenar.

Su esposa, se mordía los labios con algo de desdén, a lo que él pregunta si le pareció acorde la idea que tuvo, ella respondió con comentarios evitativos, y poco educados, dando a entender que no estaba muy a gusto con la decisión; Pero de igual forma se llevó a cabo.

En la noche de la cena, la esposa sacó a relucir todos sus atributos, y se vistió de una manera espectacular, incluso dando al esposo ganas de dar por cancelada la velada para aprovechar la noche. Sonó el timbre y ella fue directo a atender la puerta, abrió y miró de arriba a abajo una mujer despampanante y elegante, con hermosos ojos azules, labios rojos y un collar de perlas que se perdían entre sus enormes senos.

Dos segundos después, recobró en sí la compostura y la invitó a pasar, hablaron durante un tiempo mientras su esposo se encargaba de los filetes que estaban en la parte trasera de la casa cocinándose a fuego bajo.

—Luces igual de hermosa, que cuando te conocí, si no es que más, mírate, toda una profesional, con un gran esposo, y todos los lujos posibles, bien por ti. — dijo de forma amistosa la intrusa rubia, que era el nombre que se le presentaba en su mente a aquella esposa celosa, que desde que la conoció supo que quería robarle en ese entonces a su novio, y ahora a su esposo.

—Qué me dices de ti, ¡Wow!, has cambiado totalmente, luces perfecta, debes tener al más guapo del mundo guardado por ahí, tanto que ni lo trajiste para que lo inspeccionara, dijo entre risas sarcásticas, la valerosa esposa.

Fue una cena un poco incómoda, poco dejaban hablar al esposo/amigo, increpando con comentarios, para cambiar la conversación y que su charla se dirigiese a una donde la esposa saliera victoriosa y alabada.

Terminó la cena, al cerrar la puerta, ella le saltó encima y le hizo el amor, de la manera más obscena que hubiesen podido hacerlo.

Volvieron a sus vidas normales, y continuaron, su hábito. En una de esas noches, acostados en la cama, salió un tema interesante a relucir, ella lo incomodó con preguntas repetitivas sobre su amiga, en cómo él la veía, si le parecía hermosa, si se habían visto alguna vez fuera del trabajo, si pasó algo en el pasado con ella…

Él, interrumpiendo su interrogatorio, calmó a su esposa, con comentarios desorientados, queriendo eludir completamente lo que ella intentaba conseguir, una pelea, por algo que aún era inexistente.

El viernes por la noche, cerró el concesionario y notó que un auto le estaba esperando fuera, haciendo guiños con sus luces, para invitarlo a acercarse, pues; Era la amiga, quien decidió «robárselo» esa tarde para ir a tomar algo en algún lugar. Él mintió, y puso de excusa salir con su amigo a jugar al billar y a tomar unos tragos.

Fueron hasta un parque, alejado de todo, contemplaron el crepúsculo y ella decidió interrogarlo sobre su vida privada. Al principio, intentó ocultar los hechos que lo acongojaba, pero ella con insistencia pudo hacerlo hablar. Le comentó las situaciones delicadas que vivía en casa, y lo que sentía al respecto, ella lo escuchó atenta como nadie lo había hecho, y no dio ningún consejo para arreglar su situación, únicamente se quedó allí, escuchando y mirando a los ojos al apesadumbrado caballero. Una estrella fugaz se apareció en el cielo, dejando un rastro asombroso y rápido, él dijo con voz esperanzadora mirándole a los ojos, - Tienes que pedir un deseo, ella, sin pensarlo, se acercó a sus labios y lo besó.

Ese fue mi deseo. —respondió mordiéndose el labio aquella mujer.

Sorprendido, pero deseoso él, la tomó y la besó intensamente, esos besos se convirtieron deprisa en caricias, y por consiguiente en ganas de buscar una habitación.

Él condujo deprisa al hotel más cercano, donde el deseo se podía cortar con tijeras, desde la puerta, las prendas de ropa ya estaban volando, llegaron a la cama, y lo hicieron, sin dificultad alguna, no dejaron rastros ni en sus sombras que no hayan pasado su lengua, esa noche, se sintieron poderosos y el sudor de sus cuerpos daban fe de la batalla épica que terminaban de librar.

Él volvió a su casa, sin hacer mucho ruido. Su esposa esperaba en cama, mientras leía, lo saludó y le preguntó como le había ido, él con ambos pulgares arriba afirmó tal pregunta.

Fue a tomar una ducha deprisa, por si acaso algún rastro de olor le impregnaba la piel, se puso sus pijamas, dio las buenas noches y se acostó a dormir.

A la mañana siguiente, ya tenía en su teléfono móvil, una foto insinuante, de su amante/amiga con un texto de base, expresando lo bien que se siente después de esa noche llena de orgasmos.

Él responde, con insinuación, a repetición, y no hay duda que lo conseguiría.

Así pasaron los días, viéndose a escondidas e inventando excusas, dejando cada vez más a un lado el amor que sentía por su esposa, quien guardaba una revelación importante.

En una de sus escapadas, ella le recuerda lo bueno que era para la poesía en la secundaria y le pide que le escriba algo lindo y bien picante para recordarlo en las noches de soledad. Él pasó días devanándose la mente para expresar todos sus deseos sexuales en un poema, y que de alguna validara ese sentimiento de querer escapar y no volver jamás a su vida rutinaria. Por mucho tiempo se sintió desdichado e infeliz, esas escapadas le recordaban la belleza de la juventud y la vigorosidad que aún tenía, le escribió su poema a puño y letra y lo firmó con nombre y apellido.

Él fue a ver a su amante, a su hogar una noche, donde nuevamente disfrutaron de su compañía y de su relación sexual habitual pero candente. Antes de irse le dejó un sobre y le pidió que lo abriera cuando se fuera.

Al cerrar la puerta, la mujer se dirigió a su cuarto y abrió este sobre, en él; estaba una linda hoja con los bordes quemados, bien a la escuela antigua, con un poema que decía:

"Vámonos a marte, inventemos nuevas reglas, seré tu Adán y tú mi Eva.

Te comeré hasta el último pelo, no habrá lunar que no habré besado, ni espacio tocado. En la cima del monte Olimpo me mostrarás un agujero negro, en los volcanes tharsis te enseñaré la vía láctea. Aunque no viaje bien el sonido, tus gemidos serán oídos y todas las lunas serán testigos de ese misionero que haremos seguido. No harán falta bombas nucleares, nuestros cuerpos calentarán este planeta, nuestros hijos serán marcianos, si es que no te los tragas…”

Y así continuó leyendo aquel desenfrenado poema, aquella mujer invadida por el deseo.

Le respondió con mensajes sexuales delirantes y ambos se fueron a dormir.

Al día siguiente, cuando llegó a su trabajo, miró que sus empleados y compañeros, tomaban fotos de la puerta del concesionario, ellos lo miraban con asombro, y algunos, con aprobación depravada, se acercó y miró. Un collage entero, de fotos sexuales que había enviado sumándole el poema que había escrito recién a su amante, esto tuvo repercusiones graves y fue puesto en descanso obligatorio de su trabajo debido al contenido sexual divulgado en una empresa seria y responsable.

Lo mismo ocurrió en la oficina del colegio, pero en una carpeta aún más detallada y discreta, donde trabajaba su esposa. Solamente ella miró la información esa mañana.

Él, enfurecido, salió a buscar a su amante para reclamar una explicación. Ella con altanería y vivacidad le confesó su deseo de venganza, expresándole que por muchos años, él no la notó, que hizo con ella lo que quiso y se aprovechó de sí para salir adelante en sus clases, que le robó su atención por años, engañándola con pequeños destellos de cariño que para ella, eran superficiales pero suficientes, y siempre pensó que su historia se iba construyendo de a poco, pero apenas apareció ella, su esposa, con su insolencia, denigrando y haciéndola menos cada que podía, apartándole de ti cada día. Él la olvidó. No tuvo el valor de hacerle frente y al menos intentar cuidar la amistad, con el tiempo lo habría entendido, pero ni la amistad intentó salvar, Únicamente la abandonó y le rompió el corazón en mil pedazos.

Lo olvidó y lo superó, pero una tarde pasó por un concesionario y lo miró desde lejos, lo reconoció enseguida, y quiso intentar hablarle, al ver su reacción hipócrita y nueva hacia ella, mirando su mejorado físico y confianza, lo cual fue como ella creyó; Seguía siendo el mismo idiota que conoció hace años atrás, lo planeó sobre la marcha y no iba a intentar nada más lejos que unas miradas, pero en esa cena recordó lo horrible que fue su esposa con ella cuando se conocieron y empezó la venganza.

Claramente, él se enamoró, lo alejó de su esposa y consiguió toda la satisfacción que quiso, y que por primera vez estuviese en el mismo lugar que él la puso una vez.

Cerrándole la puerta en la cara terminó su discurso.

Él, perturbado y confundido, volvió a su hogar, donde le esperaba otra, pero mucho más acalorada discusión, la cual fue la excusa perfecta para terminar la relación y pedir el divorcio, con mucho dolor, ella aceptó y ambos tomaron caminos separados, Él perdió su empleo, y se encontró viviendo con sus padres mucho tiempo, la vida le dio el giro de 180° y aunque no comprendía, se suele decir que; El karma es algo tan simple como la ley de causa y efecto: Hay una causa, produce un efecto que a su vez se convierte en causa de otro efecto". Y esa cadena continua de causas y efectos es lo que constituye «la existencia del universo y del ser humano». Si hubiese actuado de forma noble, quizá nada de esto habría pasado.

La esposa, ahora ex esposa; Continuó su vida profesional, y siendo más certera en sus opiniones, entendió que sus acciones quizá le generaron esa pérdida, y cambió su vida y sus hábitos, además tenía que crear una personalidad distinta y mucho más humana, para poder educar a ese hijo que por fin esperaba entre sus entrañas.

Gregsson Camacho
Gregsson Camacho

Cocinero de profesión. Me apasiona la música y escribir. Trato de expresar mis sentimientos y emociones a través de poemas y versos y algunas veces canciones, sueño con cambiar al mundo con mis palabras.

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