La maldición de Saturno

Jul 2023-Gregsson Camacho

Historias de otra galaxia
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-El Señor esté con ustedes.

El pueblo responde:

-Y con tu espíritu.

El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:

-La bendición de Dios todopoderoso,

Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo,

descienda sobre ustedes.

El pueblo responde:

Amén.

-La alegría del Señor sea nuestra fuerza.

Pueden ir en paz.

El pueblo responde:

-Demos gracias a Dios.

Al concluir la eucaristía, el sacerdote acompañado de 3 acólitos y el diácono, hacen una reverencia al altar, una reverencia al santísimo y en recogimiento hacen procesión hasta la sacristía.

Al llegar allí, se mantienen en actitud de oración y el padre Damián dice;

-PROSIS

-Hasta la vida eterna. Respondieron al unísono, estos 3 monaguillos llenos del espíritu y el amor de Dios.

- Hijos, les deseo buena fortuna y que el espíritu los mueva, los mantenga fieles, y que ahonde en ustedes el deseo del servicio, la oración y la entrega, estoy bastante orgulloso del paso que están por dar, estoy seguro que les irá muy bien y encontraran las respuestas que el silencio les dice constantemente.- abrazandolos uno a uno, el padre Damían los despide.

Estos jóvenes entusiastas, de personalidades variadas estaban a punto de dirigir su vida, por el camino cristiano del servicio, al partir al seminario de la orden de clérigos seculares de Santo Toribio de Mongrovejo y estudiar para ser religiosos consagrados.

Manuel, de 19 años, delgado y alto; con una sonrisa contagiosa, amable, chistoso y sincero. Fluido de palabra, confiado en sus capacidades, tuvo una infancia un poco difícil, de padres divorciados, y maltrato en el hogar. Conoció a Dios por un encuentro cristiano que realizaron en su barrio, le atrajo la idea desde el momento cero, y desde allí dedicó su tiempo al servicio del acolitado y a los grupos de jóvenes.

Víctor, 20 años. Robusto y con facciones de príncipe, callado, valiente y algo descuidado.

Era lector asiduo, y retenía una gran cantidad de conocimiento, de una familia letrada y alta alcurnia, siempre dirigida a la fe, estuvo presente en la iglesia desde niño y sintió el llamado al servicio a los 14 años, cuando vivió en carne propia las desigualdades de las personas en un encuentro misionero en una de las zonas más pobres de su ciudad.

Samuel, 18 años. Un joven de baja estatura, lentes de botella, el cabello largo, siempre pulcro y planchado. Él, aunque el más joven del grupo, era el más entusiasta, un animador nato, su personalidad afectiva lo convertían en la persona más querida de todos, enfocado en el servicio del acolitado desde que tenía 6 años, toda su vida giró en torno a la parroquia, a las misiones, al apostolado, y desde muy joven su deseo a ser sacerdote lo expresaba con emoción.

Estos tres jóvenes, eran amigos cercanos, se consideraban hermanos. Manuel siempre los coimeaba con bromas y chistes de mal gusto referente a su aspecto. Víctor siempre recalcaba comentarios inteligentes, aburriendo y haciéndolos dormir de pereza. Samuel, el espiritual, siempre encontraba la manera de que en todo lo que hacían siempre estuviese Dios como comandante de sus acciones. Eran buenos para cada uno, y necesarios. Se conocieron en la parroquia de San Lorenzo desde muy niños, y crecieron juntos, recibiendo sacramentos y sirviendo en el altar. 

Llegó el día, los familiares de estos 3 orgullos, hicieron un largo y tedioso viaje para llevarlos al seminario, que estaba ubicado en una parte muy remota y alejada de la civilización, un antiguo monasterio benedictino, colonial, con el aspecto de un gran castillo, con pisos de adoquines, y torres con puntas de flechas, rodeado por un campo verde en las épocas de verano y primavera, y blanco y sombrío en las temporadas de invierno. Cada que iban subiendo la montaña desde lo lejos se visteaba aquella fortaleza, miraban a los pobladores con sus ventas de mercado, en frutas frescas y todo tipo de verduras, pieles y condimentos, se sentía una vibra antigua muy diferente a la ciudad de donde venían, los nervios y la felicidad se estaban mezclando, y el llanto de los familiares se estaba acercando. La hermana de Manuel se sentía muy triste al pensar que jamás tendría sobrinos, exclamando en forma de broma, y no paraba de abrazar a su hermanito y deseando su felicidad. Los padres de Víctor, estuvieron callados todo el viaje, su decisión no les parecía correcta, pero respetaban la vocación de su hijo, algunas palabras de aliento de su madre y un cuidate de su padre fue lo que obtuvo en todo el camino. Samuel, fue traído por sus tres hermanos, y su madre, una familia entusiasta, que iba cantando por plena vía, recordando anécdotas interesantes sobre su padre fallecido y dando gracias a Dios por todo lo lindo que estaba sucediendo en sus vidas, que él estuviese a punto de volverse a una vida sacramentada les generaba un sentimiento de dicha y felicidad.

Conocieron al superior del seminario, el Pbro Antonio José Silva. Un hombre alto, canoso con una voz envolvente, con gafas redondas y un reloj de bolsillo muy antiguo pero en funcionamiento, cuando hablaba escupía y tomaba la mano o posaba sobre sus hombros  a aquel que lo escuchara para que centraran su atención en él. Les dio un pequeño tour por la fortaleza, les mostró el salón de música, pintura, la gran biblioteca, la cocina y la cocinera encargada, la capilla, los confesionarios, las aulas donde tomaban sus clases de teología y filosofía, el jardín y sus sembradíos, lo único que no pudo mostrarle fue las mazmorras debajo del antiguo convento, que era usado para los que llevaban votos de clausura en el pasado, esa parte estaba cerrada para cualquier residente del seminario.

Los familiares de estos 3 prospectos, se sintieron dichosos de dejarlos en la tranquilidad y protección del padre Antonio, quien fue muy amable y dio un apropiado gesto de bienvenida a todos. Se despidieron, soltaron algunas lágrimas y se retiraron del lugar. 

Samuel, Manuel y Víctor, tomaron sus pertenencias y fueron dirigidos a sus respectivas habitaciones, caminaron y subieron escaleras durante al menos 30 mín hasta llegar a los dormitorios, una serie de pequeñas habitaciones con puertas de madera espesa, una cama pequeña, un escritorio una silla y pequeño baño, todo repartido en un cuarto de 3x3 metros, todas las habitaciones eran iguales, y tenían una ventana con un vitral de una paloma del espíritu santo casi pegada al techo de madera, la puerta se cerraba por dentro con cerrojo y tenían una pequeña mirilla para observar el pasillo.

No estaban en cuartos contiguos, los separaban unos cuantos metros a cada uno.

Les dieron indicaciones, para que se arreglaran apropiadamente, a partir de ese momento usarían en los días comunes el llamado clériman - una prenda de la vestimenta clerical cristiana. Es la camisa donde se coloca el alzacuello . El cuello se cierra en la parte posterior de la  prenda, presentando un frente sin fisuras. Este alzacuello es casi  siempre blanco;  está unido con el “collarette” o “collarino” que cubre el cuello blanco  casi por completo, excepto por el borde superior y un pequeño cuadrado  blanco en la base de la garganta, imitando así el cuello de la sotana  o túnica. Y en los días cuando estuviesen fuera del seminario, debían usar una sotana negra por encima de todo.

Se vistieron estos jóvenes y salieron a sus puertas a vistear a sus compañeros, Samuel, se asomó desde su puerta giró su mirada la derecha y miro que Víctor ya estaba afuera esperando que salieran los otros dos, se juntaron y buscaron a Manuel, rieron por unos momentos y haciéndose reverencias, diciéndose en chistes, "su santidad". 

Se hizo la hora de cenar, y bajaron entre bromas y risas al comedor, estaban esperando sentados 43 seminaristas en sepulcral silencio, entraron entre risas y se sorprendieron al notar que todos los observaban, Manuel hizo un pequeño comentario bromista pero nadie rió. El Pbro Antonio estaba en una mesa grande en la punta del salón, acompañado por 4 sacerdotes mayores y uno muy anciano, de cabello blanco como las nubes, mirada azul como el cielo, una cruz de plata gigante sobre su pecho y un rosario colgando de su mano derecha, de voz muy pacífica, con una gran deficiencia de la escucha, llamado Thomás. 

El padre Antonio se levantó de la silla de madera vieja diciendo: Oh Jesús, Dios eterno, te doy gracias por tus innumerables gracias y  bendiciones. Que cada latido de mi corazón sea un himno nuevo de  agradecimiento a ti, oh Dios. Que cada gota de mi sangre circule para  ti, Señor. Mi alma es todo un himno de adoración a tu misericordia. Te  amo, Dios, por ti mismo.

Dando por terminado el retiro de silencio que estaban realizado. También se dirigió a todos con alegría para presentarles a sus nuevos hermanos, quienes con la gracia de Dios y la bondad de la virgen traerán nuevas aptitudes y talentos a la orden. 

Cenaron esa noche, y compartieron con mucha alegría con sus compañeros ahora llamados hermanos.

Se llevaba un orden estricto en el seminario, había horarios para todo, y organización equitativa para todo, La limpieza, el orden, la comida, el trabajo en los cultivos, las clases, la misa diaria, la liturgia de las horas, la adoración, el esparcimiento, el despertar y el dormirse, Todo estaba agendando cuidadosamente para mantener el orden dentro de la antigua fortaleza. 

Fueron a dormir esa noche, todos se durmieron con una sonrisa en sus rostros, felices por lo que estaba por suceder y preparados para la aventura de sus vidas. La primera noche Samuel y Víctor durmieron como ángeles, mientras que Manuel tuvo pesadillas toda la noche y presentimientos en su corazón muy extraños.  Despertó un par de veces a la madrugada y juraba recordar escuchar gritos a lo lejos,- les contaba a sus amigos.

Mientras que éstos le decían que lo más seguro es que se encontraba soñando, ya que ellos, no sintieron ni escucharon nada. No le dieron importancia y continuaron con las actividades del día, Estos llevaban una rutina específica a diario.

-Arrancamos el día temprano celebrando la Misa con Laudes, desayunamos  y cursamos toda la mañana en la Facultad de Teología de la Universidad  Católica. En la facultad estudiamos con laicos,  seminaristas de otras diócesis, religiosos y religiosas.

Al mediodía, cuando terminamos las clases, rezamos el Ángelus y  almorzamos todos juntos en el comedor del seminario. Después del  almuerzo tenemos un tiempo en que cada uno opta por descansar, hacer un  poco de deporte, estudiar, trabajar en los  sembradíos, o jardines del  seminario, encontrarse para  charlar y compartir, etc…

A la tarde tenemos un tiempo de “oficios”, es el momento en el que  limpiamos la comunidad donde vivimos y el propio cuarto, también algunos  arreglos de mantenimiento y lo necesario para que nuestra casa esté en  condiciones. Terminado el tiempo de oficios comenzamos el tiempo de  estudio y oración personal. Antes de la cena nos volvemos a juntar para  una oración comunitaria en la capilla.

Para la cena bajamos al comedor, a veces también aprovechamos para  hacer reuniones de trabajo o para tener cenas de curso. Luego de la cena  compartimos un tiempo en la sala de cada comunidad y cerramos el día  rezando Completas. - Explicaba Samuel a su madre en su llamada telefónica. 

- Y eso se repite diariamente, hasta los fines de semana, que visitamos comunidades, hospitales y vamos a la misa como comunidad a la arquidiócesis más cercana.

- ¿Te sientes feliz allí? -preguntó su madre.

-Desinflándose; Samuel le responde con alegría que mucho.

Al terminar de hablar con su madre, vio pasar a Manuel rápido a la capilla, mirando hacia abajo, quiso saludarlo, pero este lo ignoró. Samuel lo siguió y noto que no había nadie allí, las banquetas estaban vacías, siguió mirando detenidamente las imágenes del camino de Vía Crucis que estaban por cada fila de banquetas, y entrando en un estado de oración. Cuando se estaba por arrodillar frente al altar para hablar un momento a solas con Dios, escuchó el rechinar de una puerta que le enervó los sentidos, giró su mirada y el ruido venía de un pequeño habitáculo aislado, o el llamado confesionario, de allí salió su amigo Manuel, con lágrimas en los ojos y mirada confundida.

Éste se le acerca y le interroga por su comportamiento, Él le responde evasivamente y pide un momento, para realizar la penitencia que el padre Thomás le había encomendado en su sacramento de confesión. Lo miró irse despacio y arrodillarse frente a la imagen de la virgen y comprimirse como en señal de dolor, mirando fijamente la pintura. Viró su mirada al confesionario y salió el padre Thomás con mucha dificultad, se acercó lo ayudó a salir y lo acompañó hasta la puerta, éste se iba a regresar a esperar a su amigo que oraba con tanta pasión, pero el cura lo detuvo y le explico que le diera un tiempo, y que cuando él estuviese preparado para hablar lo buscaría.

Samuel, se fue a su habitación y descansó. A la hora de la cena, buscó a Víctor para ver si tenía alguna noción de la situación, pero éste le negó la pregunta. Esa noche Manuel no bajó a cenar con todos como siempre.

En la oración de la noche, Samuel pidió por su amigo, para que Dios le ayudará en cualquier conflicto que estuviera lidiando. 

Pasaron un par de semanas, estos tres amigos se encontraban cada vez menos, Víctor se había amigado con el sacerdote encargado de la biblioteca el cual le permitía leer lo que quisiera incluso llevarse los libros a su cuarto, todo mientras él lo ayudará a mantener la organización. 

Samuel, enfocado en sus estudios, siendo conocido entre los lugareños cercanos como el simpático de los estirados, y llevándola bien con todos, y siendo feliz en la tarea que Dios quiso para él. 

Manuel por otra parte, se veía cada día más cabizbajo y sombrío, y se volvió de forma permanente la ayuda diaria del P. Thomás, él lo llevaba a su dormitorio, al confesionario, le acompañaba al jardín y siempre estaba a su servicio. 

La única responsabilidad del P. Thomás en el seminario era celebrar el sacramento de la confesión y brindar consejo a quién se lo pidiera. Llevaba alrededor de 40 años allí dentro. No tenía familia, ni amistades cercanas, nació y fue llevado a un Orfanato de pequeño, cuando cerraron el orfanato, estuvo vagando por las calles un par de años, luego fue puesto en seguridad bajo el abrigo de una familia rica, quien le brindó trabajo, comida, y educación hasta cumplir su mayoría de edad, éste, ingresó al seminario años después, se ordenó sacerdote, y fue enviado por 5 años, a una comunidad en las montañas no muy lejos de donde estaban, en una pequeña parroquia, sufrió un accidente al bajar unas escaleras, y su pierna izquierda quedó lesionada por unos años, con el tiempo recuperó la movilidad, pero fue nombrado asesor del seminario y quedó allí desde entonces hasta envejecer.

Samuel y Víctor una tarde esparcimiento tomaron a Manuel del brazo para que los acompañara a realizar alguna travesura, Víctor, en el tiempo de la biblioteca había encontrado unos planos antiguos que dibujaban toda la fortaleza, y los tres desde que ingresaron tenían cierta curiosidad por ir a la mazmorras, pero estaba prohibido hacerlo.

Según los planos que Víctor tomó prestados de la biblioteca, miró ciertos túneles que conectaban con ciertos espacios dentro del castillo, así que bajaron con cautela a horarios de la tarde mientras todos se ocupaban de sus quehaceres, al llegar a la entrada miraron una reja de acero, con un candado inmenso y antiguo que les impidió el paso. Decepcionados, volvieron y hablaron para encontrar una forma de entrar allí. La conversación fue interrumpida por un compañero que se dirigió a Manuel, exclamando que el P. Thomás ha estado preguntando por él. Manuel se levantó y lentamente se fue alejando de sus amigos gesticulando con su brazos que se tenía que ir, mientras estos le cuestionaban el porqué tenía que ser él siempre. a lo que Manuel les responde: - Es mi guía y mi confesor, me ha ayudado mucho. 

Los dos amigos, le gritan cuando Manuel ya estaba bastante alejado, entre risas, que les enviara su saludos al abuelo, forma jocosa de burlarse de la edad del cura anciano del seminario.

Esa noche, ni Manuel, ni Víctor, ni Samuel pudieron dormir.  Todos tuvieron sueños perturbadores y escucharon voces venir desde su habitación, a las 3 am de la madrugada la llamada hora de la muerte, la hora contraria en la que murió Jesucristo, que según el ocultismo es la hora de los demonios. 

Ya eran pasadas las 4 de la tarde, estaban unos compañeros en la cocina, hablando con la cocinera Martina, quien llevaba casi 50 años trabajando allí. Éstos chicos le decían a Martina que las instalaciones son muy grandes, y que por las noches, los pisos rechinan, o se escuchan voces y gritos extraños, Samuel pasaba por ahí y oyó por un momento la conversación, cuando escuchó hablar de los ruidos abrió la puerta y expresó

-Yo los he oído anoche, y siento que me hablan en los sueños. 

Martina, una anciana, cabello castaño con un mechón de canas notable, un lunar en su nariz y con muchos pliegues en su rostro por su edad, una voz calmada pero ronca, de tanto humo del cigarrillo que había consumido toda su vida. Lo miró por unos segundos a Samuel, y volviendo la mirada al grupo, dijo a todos: - Yo creo, que es la maldición de Saturno.

-Algunos riendo, dicen no creer en la astrología, ni en la mitología que la iglesia iba en contra de todo eso. 

Martina interrumpiendo empieza su relato.

-Antes de la creación, estaba Urano, considerado el más antiguo de los Dioses y la Diosa Tellus, ellos tuvieron dos hijos, Titan y Saturno, siendo el menor el segundo de ellos.

 Saturno obtuvo de su hermano mayor Titán el poder de reinar, pero éste le puso una condición, jamás podría criar hijos, este se casó con La diosa de la fertilidad Rea, y tuvieron hijos, saturno por verse obligado a cumplir con la promesa de hermano, tuvo que devorar a cada uno de ellos , Rea, ocultó a Neptuno, Júpiter, y a Plutón, y los hizo criar en secreto. Cuando Titán se enteró, encarceló  Saturno y puso unos anillos gigantes a su alrededor en el frío y oscuro espacio, y el mismo Titán quiso aniquilar a cada uno de sus hijos restantes , Saturno desesperado y dolido por lo ocurrido guardó mucho rencor, Cuando Titán fue derrotado por Júpiter, Fue liberado Saturno y con él toda su ira, Pasaron miles de años, y en el estallar de Titán al ser derrotado se creó la tierra, dando vida a Adam y Eva, Estos tuvieron dos hijos, Caín y Abel. Saturno desde la eternidad los observaba y planeaba su venganza, Inundó de rencor el corazón de Caín para que asesinara a su hermano Abel, y desde allí maldecir toda la creación con el primer pecado mortal, que se extendería de generación en generación hasta el final de los tiempos. - continuaba martina con su relato un poco extraño de mitología, pero los chicos continuaban atentos a su narrativa.

-Saturno, condenó a la humanidad a cometer el pecado del asesinato, y todos los hijos que mueren a manos de otros pasan a vivir en la eternidad con él. Se dice que este castillo, fue construido bajo la montaña donde el mismo Caín asesinó a su hermano abel, y toda la maldición en su máxima expresión posa bajo este techo maldito, cada tanto, el mismo Saturno, escoge a un corazón corrompido o lleno de algún tipo de resentimiento y pecado para llevárselo consigo, dicen que los condenados, escuchan la almas atormentadas, Huelen el verdadero olor del infierno, y caminan por los pasillos de esta fortaleza dormidos, y se arrojan al vacío del precipicio, o se cuelgan en las mazmorras.

Soltando un pequeño gesto de miedo, Martina suelta una lágrima susurrando; -Creo que Saturno nos está visitando de nuevo.

De los jóvenes seminaristas algunos quedaron perturbados por la historia, otros no encontraron sentido alguno a todo lo que dijo, y la etiquetaron como una anciana senil. Samuel por otra parte, quedó atrapado en sus pensamientos y con la mirada perdida, la anciana acercándose a él, tomó su mano y dijo: -Los que se arrepienten de sus pecados y los expían de corazón, serán perdonados.

Samuel, salió rápido de allí a buscar a Víctor y contarle lo sucedido, ambos se asustaron al presentar los mismos síntomas que nombra la maldición, juntos, pactaron para buscar a Manuel cuando todos duerman y hablar sobre el tema que les causaba pavor. 

Ya eran altas horas de la noche, se encontraron el pasillo oscuro, y juntos se dirigieron al cuarto de Manuel, para su sorpresa no había nadie allí dentro, encontraron un desorden en sus cosas, como si hubiese pasado un forcejeo, en el pie de cama, estaba una libreta, con muchos rayones sin sentido, palabras tachadas, y textos completos borrados, dejando vistear solo algunas letras, Víctor en su habilidad como lector, captó rápidamente esas iniciales que se dejaban mirar de los escritos tachados y formuló las palabras que resaltaban, "  M A L E D I C T U S    P E R     S A T U R N O " <maldecido por saturno>.

Éstos, se miraron con miedo, y un escalofrío les recorrió el cuerpo, asustados empezaron a tocar las puertas de los demás seminaristas y alertaron no encontrar a Manuel, algunos por miedo a ser amonestados por el superior se inmutaron y no movieron un dedo, otros acompañaron a estos amigos en la búsqueda. Se separaron y cada uno revisó por toda la fortaleza,  la capilla estaba vacía, se escuchan algunos ruidos de la cocina, pero cuando se acercaron solo era el viento por una puerta que no se cerró correctamente, Samuel y Víctor pensaron en las mazmorras, y aunque el miedo era inmenso, se armaron de coraje y valentía por conseguir a su hermano perdido, cuando estaban acercándose escucharon algunos gemidos de dolor. Ocultándose entre costales de harina, miraron con cautela, pero estaba muy oscuro, se veía una gran sombra, por el resplandor del fuego de una antorcha al moverse, miraron un pijamas blanco que Víctor reconoció de inmediato, era Manuel, se encontraban con mucho miedo, pero decidieron seguirlos. Justo antes de la entrada a la mazmorra se oyó el hablar tenebroso de alguien cercano, y escucharon unos pasos apresurados, uno de los seminaristas fue a buscar a Samuel y Víctor, sus pasos escandalosos, y el llamado para que lo esperasen alertó a las voces que se escuchaban desde lejos, Sonó un espeluznante sonido como de metales chocando, y voces roncas quejándose. 

Al pasar un minuto, volvieron su mirada a donde habían visto aquel cuerpo con pijama blanca pero esta vez lo miraron tendido en los adoquines, y nadie alrededor, corrieron y socorrieron a su amigo, éste despertó como de un letargo e hipnotismo, diciendo que estaba soñando que no tiene idea de cómo llegó hasta allí, tenía los pies ensangrentados y llevaba una soga con un gran nudo consigo, Rompió en llanto y sus amigos lo abrazaron, este les susurró al oído algo perturbador. 

-Creo que estoy maldito hermanos, no puedo dormir por las noches sin que me atormenten, creo que saben mi pecado, lo saben, lo saben. lo sab... Entre lágrimas y sollozos Manuel atormentado se aferraba a sus amigos. 

Minutos más tarde, el Padre Antonio llegó con otros seminaristas a mirar el suceso, éstos le explicaron y contaron todo lo que sentían, los llevaron a la oficina para hablar en privado. El padre Antonio preocupado, sugirió que si alguno querría irse, se podía ir cuando quisiera, y recordando, que eran hombres de Fe y que esas supersticiones que inundaban su mente eran solo fruto de su imaginación, les recomendó encarecidamente confesarse y buscar consejo con el padre Thomás, además les infringió castigo por estar fuera de las habitaciones a altas horas y visitar las mazmorras como estaba prohibido. Éstos tres jóvenes se encontraban indignados por la incredulidad de su padre superior, y se mantuvieron en trabajo de siembra durante días por su mal comportamiento. 

Mientras pasaban los días, estos cada vez más, cedían ante el miedo, al punto de no dormir y aprovechar las instalaciones de la facultad para descansar un momento. Iban cada noche al confesionario del padre Thomás por consejo, y este les daba algunas oraciones para sus almas perturbadas. 

-Creo que algo malo está pasado padre, Víctor, Samuel y yo hemos estado experimentando terror, por las noches escuchamos cosas que ninguno de los demás escuchan, encontramos nuestros libros y biblias rasgadas, y el otro día desperté al pie de la azotea, tengo mucho miedo de que algo nos pueda pasar. Explicaba Manuel en una llamada, a su sacerdote de confianza el padre Damián de la parroquia de donde venían.

Éste exhortando sobre las creencias astrológicas y mitológicas que le explicaba, le decía en manera de buscar consolarle " Cuando todo va bien y no hay nada alrededor molestándote ni atormentandote, Ten miedo; Por que el demonio está feliz de saber que no puedes alcanzar una fe más poderosa, en cambio cuando sientes, miedo, y el maligno te persigue, es porque el diablo intenta rendirte, porque sabes que estás más cerca de la misericordia de Dios." 

-Manuel, los tendré en mis oraciones, espero puedan encontrar la manera de vencer al mal que los acecha. 

Terminando la llamada, el padre Damián, quedó con una actitud preocupada miró el crucifijo y oró : Tú, oh Creador, eres  nuestro socorro; en tiempos de oscuridad, eres el sol que alumbra  nuestro camino; en esos momentos de sed espiritual que debilitan nuestro  espíritu, tú vienes a nosotros cuál lluvia refrescante y vivificadora, y renuevas nuestro espíritu marchito.

Manuel, al otro lado del teléfono, con un rostro lleno de preocupación, quedó pasmado un par de minutos, luego se levantó y fue a ayudar al padre Thomás con sus obligaciones.

Cayó la noche, estos tres jóvenes se sentaron a la mesa y compartieron la cena con sus hermanos, disfrutaban los momentos de compañía. Manuel les comentó su llamada y estos encontraron un poco de esperanza en las palabras del padre Damian, Víctor agregó un comentario con una seriedad espesa. - Estamos aquí, porque somos discípulos de Jesús, y él soportó el peso por nosotros, tendremos que soportar el mal como él lo hizo. 

Fueron a sus respectivos cuartos, para la hora del descanso. 

Víctor había pasado toda la tarde del sábado ordenando libros antiguos en la biblioteca así que tenía un cansancio tremendo, dijo sus oraciones y descansó plácidamente.

Samuel, había trabajado en los cultivos toda la semana, y esa tarde estuvo caminando por las calles cercanas del pueblo, evangelizando con otros compañeros, el cansancio de sus párpados le impedían seguir despierto, apenas tocó su cama, desmayó.

Manuel, por otra parte estuvo en las diligencias pertinentes del seminario, pasó gran parte de la mañana haciendo las compras con la cocinera martina para abastecer el mes entero, y la tarde, con el padre Thomás respondiendo algunos emails, redactando algunas cartas para el mismísimo vaticano para solicitar audiencia y hablando sobre los terrores que experimentaba. Cuando entró a su habitación lo primero que logró vistear fue un crucifijo que estaba colocado invertido, ya eso le enervó la piel, lo arregló y siguió su rutina, cerró su puerta con cerrojo, encendió una vela, se arrodilló al pie de su cama e hizo sus oraciones. 

Al terminar, éste se levantó y tomó de su escritorio una taza de té que había llevado consigo, Martina se lo ofreció para calmar sus nervios desde un tiempo atrás y lo ha tomado todas las noches. Bebió su taza de té, y se recostó pensando en las palabras del padre Damian, sin darse cuenta sus ojos se cerraron. 

Un sonido agudo, se escuchaba y una voz mascullada susurraba "Non morieris pro peccatis tuis"... "non morieris pro peccatis tuis" <Morirás por tus pecados>

El sonido se hacía cada vez más intenso y las palabras cobraban fuerza. Despertó Manuel, giró su cabeza y miró su reloj en el escritorio; 03:00 AM. 

Le recorrió por todo el cuerpo una suave brisa fría que erizó cada cabello, de repente escuchó su puerta siendo azotada, alguien quería entrar, y golpeaba cada vez con más fuerza, miró hacia arriba de su camastro y veía que el crucifijo de nuevo estaba de cabeza. 

Los nervios y el terror de Manuel, provocaron que su corazón latiera a un ritmo acelerado, puso los pies, en el suelo, sosteniéndose sobre sus brazos y apretando con sus manos las sábanas, tomó un rosario de su escritorio se arrodilló y oró con toda fe, las palabras que salían de su boca eran poco coherentes, no podía ni recitar el padre nuestro con claridad y sentía cada vez más terror. Cerró sus ojos y tapó sus oídos con su manos, sus dientes chirriaban de tanto apretarlos, gritó desesperadamente y desmayó. 

Ya eran alrededor de las 03:40am Aquel grito, logró perturbar el sueño de Samuel, éste de manera intuitiva pensó en Manuel, salió de su habitación y se dirigió al cuarto de Víctor, los pasillos oscuros brindaban una nota de terror aún más elevada. Tocó con rapidez la puerta de aquel amigo, y se anunció, esté con una expresión de molestia y haciendo gestos con su brazos para que lo dejase dormir, intentó cerrarle la puerta en la cara, Samuel la sostuvo y entró rápido silenciando a su amigo, cerró la puerta con suavidad y colocó su ojo derecho en el cerrojo, estaba de puntas y casi no le acertaba al agujero. Seguía indicando con gestos a Víctor que hiciera silencio, se posó allí un minuto, y vio pasar a 3 personas con una pequeña vela encendida, por los pasillos del corredor, dos de ellos, llevaban a uno a rastras, Samuel estupefacto de lo que había presenciado voltea dramáticamente hacia Víctor y dice: -Creo, creo que se llevan a Manuel. 

Víctor reaccionando y espabilando, abrió su puerta con cuidado y sacó medio rostro y logró visualizar a los 3 individuos doblando en la esquina justo para bajar las escaleras. Se asustó y le animó a Samuel a seguirlos.

Los dos jóvenes sigilosos, siguieron el rastro de aquel pequeño rayo de luz que expedía la vela, con cuidado se acercaron y bajaron hasta el salón grande, desde allí se escondieron tras un muro mientras observaban por donde saldrían para continuar la persecución, Los captores Entraron a la cocina, y salieron por la puerta de atrás. Samuel y Víctor apresuraron el paso para no perderlos, y cuando estaban por entrar a la cocina escucharon unas voces susurrantes que detuvieron su enérgico caminar, Uno de los captores se devolvía hacia el salón para vigilar que nadie estuviese despierto mientras estos dos estaban al pie de la puerta agachas, cuando estaba a punto de abrir la puerta se escuchó un silbido que desorientó de la tarea a aquel captor, se dirigió a la salida y salió, siguieron arrastrando a Manuel hasta las mazmorras, Los jóvenes seminaristas con todo el miedo que podrían haber experimentado alguna vez, siguieron en la búsqueda para liberar a su amigo de lo que le estaba por ocurrir. Cuando llegaron a la reja, estaba abierto el candado gigante, estaba a un costado de los adoquines y un camino de antorchas iluminaba el camino, entraron y miraron celdas tenebrosas, cubiertas de moho, ratas, y madera podrida, a lo lejos, escuchaban con mucha más fuerza las palabras viriles "Non morieris pro peccatis tuis"... "non morieris pro peccatis tuis"

Se ocultaron detrás de una pila de escombros y leña, asomaron su rostro para mirar el suceso. 

Podían observar a Manuel, arrodillado con una piedra gigante en sus manos, y frente a él reposaba un joven desmayado.

Cercano a él se veía la presencia de dos personas, vestidos con largas túnicas negras rasgadas y sucias  con sus rostros desfigurados, parecía que el agua de su cuerpo había sido drenado, su boca estaba cocida con alambres y tenían ojos sin pupilas ni iris, blancos completamente. Incitaban a Manuel con extrema insistencia a que matara a aquel joven desmayado con la piedra que tenía en la mano, gritándole con una voz ronca y sombría, eran espectros malditos. Uno de ellos se le acercó a Manuel y empezó a susurrarle al oído palabras extrañas, y reía de forma macabra, se encorvaba y le tocaba el rostro diciéndole que lo que estaba por hacer era su destino. 

- Es tu destino Manuel, siempre lo ha sido, tu corazón está tan lleno de maldad como el de tu predecesor, tu padre Caín, Saturno los escogió y ahora debes cumplir y así  perdurar en el tiempo la misión para que fuiste enviado a este mundo. Le susurraba el espectro a Manuel.

Continuaron convenciéndolo que era descendiente del primer pecado mortal y así como lo hizo en el pasado cuando eran niños con su hermano menor, tenía que continuar con la maldición a la que estaba sujeto. 

"Non morieris pro peccatis tuis"... "Non morieris pro peccatis tuis

"Non morieris pro peccatis tuis"... "Non morieris pro peccatis tuis

"Non morieris pro peccatis tuis"... "non morieris pro peccatis tuis"

Pregonaban con énfasis estos maleficios. 

Manuel, fuera de sí levantó la piedra decidido a aplastar la cabeza de ese joven, con rabia en su mirada, cuando ya estaba a punto de hacerlo, gritó con furia, pero algo pasó. 

Cayó al suelo desplomado por recibir un golpe fuerte en las costillas que a su vez lo despertó de su sueño hipnótico. Victor siendo el más valiente de los tres, se armó de valor, tomó un leño de la pila, y logró impedir la desgracia. Lo sostuvo de los pies y lo arrastró unos pasos hacia atrás. Éste expidió unas palabras fuertes "VADE RETRO SATANA"

 <“¡Apártate de mí, Satanás! >

Samuel, con mucho miedo se les acercó y empezó a recitar el salmo 91, mientras que estos maleficios hacía ruidos perturbadores que les dejaban sin escucha, pero continuaban recitando con insistencia; "Te ordeno, Satanás,  príncipe de este mundo, que reconozcas el poder de Jesucristo... Vete de  esta criatura... Te ordeno, Satanás, sal de esta criatura, vete, vete  en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Durante el  dramático momento, varios jóvenes seminaristas se fueron acercando, También estaba con ellos el Padre Antonio quien con determinación empezó a rociar con agua bendita a estas almas malditas que se estremecían de dolor frente a ellos, y recitando palabras en latín para llevar a cabo un exorcismo. Estas figuras cayeron rodilla al piso y expidieron gritos tenebrosos y agudos, hasta que una sombra gris salió de esos cuerpos. Todos en círculo miraban con terror lo que estaba ocurriendo, Samuel, Víctor y Manuel estaban sentados en el piso sosteniendo al joven desmayado pero mirando con atención el horror de lo sucedido.

Cuando las sombras grises abandonaron los cuerpos con túnicas negras, al pasar de un minuto se oyó un quejido conocido. Era el padre Thomás, y la cocinera Martina, los dos ancianos del castillo, poseídos por el maligno. 

Éstos se miraron frágiles y confundidos, vieron que el joven sacrificio seguía con vida y que Manuel estaba despierto de su sueño hipnótico, y pasmados permanecieron durante unos segundos mirando el rostro de todos los presentes, los cuales no podían creer lo que estaba pasando.  

-No se ha logrado cumplir con el sacrificio hermano, moriremos antes de que amanezca. - le decía Martina mirando a Thomás.

El anciano padre Thomás ya no parecía tan senil ni débil, este se levantó con facilidad del suelo, se acercó a la cocinera y con el tronco con que Víctor golpeó a Manuel, éste le proporcionó un golpe fulminante a la cabeza. Acto seguido, de su boca salieron unas palabras: Caín fue el verdadero mesías, fue quien impuso orden en el mundo, el se cansó de la preferencia e hizo algo para corregirlo, con la ayuda de Saturno extendió su maldición hasta mí, y esta maldición no dormirá jamás, Saturno reclamara a sus hijos asesinados a manos de sus propios hermanos, así como lo hiciste tú en el pasado Manuel, mataste a tu hermano, aunque fue un accidente igual lo hiciste, y la maldición vivirá en tí por siempre. riendo y sacando de su túnica un puñal, éste se cortó la garganta y murió lento y agonizando. 

Los presentes, no podían moverse del pavor que sentían y de la inexplicable situación que ocurría. Esa noche oscura finalmente, terminó.

A los días, se investigaron los hechos, y buscaron explicaciones a todo. 

Los sonidos que escuchaban éstos jóvenes venían desde las mazmorras, por una especie de tuberías que eran usadas en la antigüedad para dar aviso a los que dormían por si se avecinaba el enemigo. Las alucinaciones fueron provocadas por Martina, con los té que les brindaban para "el buen descanso". En cuanto al Padre Thomás se evidenció, que él y martina fueron hermanos, criados en un orfanato, que luego se convirtió en el seminario, ellos fueron separados, y años después se reencontraron, siempre les invadió un rencor por las cosas que tuvieron que pasar a lo largo de su niñez y adolescencia, Cuando Thomás fue seminarista, encontró un libro de hechizos y satanismo, el libro de San Cipriano, el cual usó para invocar una fuerza maligna y así vengarse de los hijos más privilegiados, durante años asesinaron a hijos que llevaban cierto favoritismo de sus padres, como sacrificio a Saturno, como confesor y consejero escuchó cada uno de los detalles de la vida de las personas y usó sus debilidades para su beneficio. Estos vendieron su alma a Saturno para continuar con la maldición que éste le impuso a Caín, el primer asesino.

El seminario fue llevado a juicio canónico, después de largas audiencias sus puertas fueron cerradas, la fe militante de muchos se fue apagando de a poco por las acciones del padre Thomás y por el intento de encubrimiento del padre Antonio ante el Vaticano. Se volvió una noticia mundial y hasta el mismo pontífice tuvo que expresarse públicamente sobre el hecho, hasta el punto de declarar como maldito las escrituras del libro de San Cipriani, y reconociendo el horror en que la iglesia se encontraba en ese momento. 

Los seminaristas que quedaron se cambiaron de orden, y los sacerdotes que residían en la fortaleza colgaron sus hábitos y se entregaron a la banalidad de la vida. 

 

Víctor, dejó el seminario y se dedicó a la escritura, altamente publicado y galardonado, con el tiempo y el conocimiento se volvió ateo y ferviente crítico de la religión católica, medicado por ansiedad y depresión estuvo al borde del suicidio unas cuantas veces, sus ultimas palabras escritas en su diario decía; "me habla por las noches y me cuenta sus ideas, yo le grito que se vaya pero el ríe y me envenena"

Samuel, llegó a ser arzobispo de la diócesis, cultivó su fe en las misiones y dedicó su vida al servicio del buen cristiano. Cambió su espiritualidad a los Jesuitas, durante años defendió el amor que Dios le tiene al mundo, y en más de una ocasión intentó reavivar la fe de su antiguo amigo Víctor, sin éxito alguno. Con Manuel llevó una relación a distancia entre cartas y saludos, la amistad nunca volvió. Murió a los 78 años sentado en el confesionario, con los ojos abiertos y apretando con fuerza su cruz de plata. 

Manuel, aceptó y perdonó lo que llevaba consigo, años más tarde se volvió sacerdote y estuvo como párroco y capellán de un pequeño pueblo hasta su muerte. Estudió con los Benedictinos y se volvió un sacerdote exorcista. Extrañó con locura cada día a sus antiguos hermanos, se volvió temerario y callado, cada año que pasaba se veía más encorvado, las arrugas de su rostro lo hacían lucir insoportable de ver, murió en los pasillos de un convento de clausura a los 89 años, encorvado y vestido con túnicas negras. 

Éstos 3 jóvenes que empezaron su viaje con mucho entusiasmo, con todo el amor de Dios en sus vidas, dieron vuelta 180° a la Fe que alguna vez tuvieron. No hubo noche en sus días que no recordaran la maldición de Saturno.

¿Crees que la maldición de Saturno los olvidó a ellos?.

Gregsson Camacho
Gregsson Camacho

Cocinero de profesión. Me apasiona la música y escribir. Trato de expresar mis sentimientos y emociones a través de poemas y versos y algunas veces canciones, sueño con cambiar al mundo con mis palabras.

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