Aprender a desvalorizar mis temores.

Aprender a hacerme mía (cada día un poco más).

Aprender a comprender que el control de todo no se obtiene.

Aprender(me).

Aprender a no retener más lo negativo, que la vida es real para hacerla siempre una ficción (un culebrón intenso).

Aprender a relajarme, a vivir el momento. A no perder-lo.

Aprender de las fotografías, ellas que son capaces de parar el tiempo, retratarlo y quedarse con un poco de la esencia del momento (y la hacen suya).

Aprender a escuchar : Mis oídos orgánicos funcionan, pero los que importan no (esos que escuchan más allá de lo que ves, esos que entienden el lenguaje del alma).

Aprender a focalizar, eso que veo tan lejano está pasando acá, adentro mío.

Aprender a hacerme cargo, de mi, de la situación y de mis acciones. Todo está conectado, todo se estanca o todo fluye.

Pero es eso. Aprender.

Y comprender.

Comprender que aquella persona que creí sanar solo la tapé con diarios y que el loop sigue existiendo, que lo sigo generando con otro tiempo, pero que siempre se repite.

Esta vez  mi cabeza lo entendió todo.

Aquella era yo.

Aquella soy yo.

Aquella seré yo.

No hay que sanar,

no hay que esconder,

no hay que temer.

Hay que aprender.

NeoMartax

O puedo hacer una descripción mía como si esto fuese Tinder o simplemente puedo contarte que mi manera de fluir es a través de las palabras. Ayer en lo más alto de Argentina y hoy en el Fin del Mundo. De cuerpo viajero, corazón valiente y alma iluminada, como todos tengo alguna frase de cabecera que me resuena mucho y me identifica: “En ella hay tanta intensidad, que el problema es saberla vivir”.