¡Oye bazofia de porquería!

¡Untuosos dedos gentiles que mal sirven a la mar!

¡Cuantas veces te lo he advertido!

¿Cuántos rayos de mi mirada roja

has sentido en tu traspirada y maloliente nuca?

¡No soy yo quien te maldice esta vez!

¡Oh! ¡No señor! 

¡Mi boca solo vomita lo que la bilis de Neptuno

tiene preparada para vos!

¡Maldito seas! Que nuestro padre del mar

despierte de su frágil bondad

¡e hinque sus ojos en ti!

¡y las almas de los ahogados desoven huevas en tu boca!

No eres digno siquiera de ver 

su colosal figura avanzando como un torrente hacia ti. 

Solo siente su humeante barba en tu cara, 

el hedor de los corales podridos colgando de su cola, 

y la estocada de su tridente nacarado en tu gaznate. 

¡Que lodo agrio y salmuera irriten tus heridas!

Y que tu piel enmarañada, 

como una vejiga rancia e hinchada 

solo consiga calmar su dolor punzante y quemante

viajando como un bajel desnudo y fláccido 

¡al fondo de la mar!

¡Que tu alma se desprenda de tu pútrido cuerpo!

Y mil bocas de sirenas viejas, marineros degenerados condenados por sodomía y 

horrores del averno la piquen, rasguen y muerdan 

¡por toda la eternidad!

¡Oh, maldito! ¡Insignificante marinero de agua dulce!

¡No resistas a Neptuno!

¡Rencoroso dios!

Aquel que ni Chronos supo devorar. 

¡Qué eres tú!, ¡más que un bocado horrible y fácil de masticar!

¡Ni siquiera eso!

¡Ni tu nombre, ni tu alma, ni ese putrefacto cuerpo serán recordados!

¡por siempre jamás!, 

y que tus huesos triturados por los cascos de sus broncos

floten sobre espuma virgen, 

y no seas hombre ni agua, 

carne ni medusas 

¡Que no seas nada!

Sino la misma mar.

Letrinemias

Spleen del mas enfermo.