Algunos pensamientos de un hombre cualquiera al salir de la oficina.

Compartir en

¡Santo cielo! ¿Realmente pensás que estoy gritando?

¿Qué la sombra negra de mi boca

sonido alguno se atreve a vomitar, 

cuando miles de bocas se clavan en mi cabeza

sin cesar?

¡No me atrevo a parir sonido alguno

en esta cruel existencia humana!

¡No me atrevo a contaminar lo ya podrido

por siglos y siglos de malos deseos

escupidos al cielo!

Mis manos descoloridas sostienen mi cabeza fragmentada, 

abandonada a esta farsa abominable, 

a este mundo 

que no cesa de correr, de doler, de comer…

Cruel animal de palabras. 

Cierro la boca y un tenue y pegajoso

aroma a Napalm me recuerda

las mañanas vacías de colores, 

los gritos aún gritando. 

Esquizofonías del horror. 

Abro los ojos y distingo allá a los lejos

serpenteantes fiordos casi helados, 

flotan impávidos, naranjas espineles

como hocicos de enormes animales

que no se animan a nacer, 

aún benditos de inocencia. 

Zozobra una balsa pobre, 

y recuerdo la quietud perdida de mi alma, 

mis tiempos felices donde en el agua vivía. 

El cielo se tiñe de betabel inmaduro.  

Es mi hora nona. 

De aquí en adelante soy duda. 

El pariente pobre de la duda.

Letrinemias
Letrinemias

Spleen del mas enfermo.

suscribite a nuestra
newsletter