El shitposting y el vaivén de la política millennial

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Dentro del cotidiano virtual de redes sociales y sitios que transitamos, existe un artilugio que seguramente hemos consumido, replicado e incluso, en ocasiones, quizás lo hayamos creado sin darnos cuenta. 

Esto no es novedad para quienes estudian los medios, sino que convive entre nosotros trascendiendo dispositivos y plataformas desde hace mucho tiempo. Sin embargo, con el advenimiento de Internet y las redes sociales, esta actividad fue rebautizada como shitposting y se la suele relacionar con los contenidos irrelevantes o sin sentido.

Explicado en forma breve, suele entendérselo como una suerte de jerga que refiere al acto de publicar en forma intencional contenido de baja calidad y sin sentido, irónico o agresivo, con facilidad de viralización, como una suerte de "spam no comercial".

Este contenido desprolijo y simple tiene como único objetivo distraer el foco de atención y fomentar un consumo irónico -aunque consumo y réplica al fin-. De hecho, los orígenes del shitposting en Internet se encuentran en cataratas de comentarios en foros para distraer del tema principal y que el hilo de conversación pierda sentido.

Además, esta jerga utiliza una calidad gráfica amateur y se vale de cualquier cosa que pueda encontrarse en la web o en un dispositivo, en una suerte de bricolaje digital. El uso de los efectos de WordArt, por ejemplo, es común en este tipo de prácticas. También es frecuente encontrar faltas ortográficas o gramaticales. La regla es lo random: al momento de elegir una imagen, por ejemplo, mientras más alejada del tema, mejor.

Sin embargo, este tipo de humor es tan sencillo, que puede ser difícil de emplear en forma inteligente. 

Una lógica de la sin lógica

El shitposting está abierto a cualquier tema, desde política hasta celebridades, videojuegos, cultura pop, etc. Y es por eso que muchas personas podrían confundirlo con alguna variante del meme

En términos valorativos, es una mezcla entre tener demasiado tiempo libre y haber masterizado el arte de ser tácticamente ofensivo de forma discreta sin añadirle valor al público al que va dirigido el mensaje. 

Son contenidos que tienen dos elementos en común: primero, usualmente causan risa o burla, lo que facilita su viralización, y segundo, buscan generar un sentimiento o apelar a una emoción, como el miedo o la indignación.

Esto explica que a pesar de tener características de contenido spam, tienen un alto engagement, es decir, una alta conexión emocional con el usuario desde el consumo irónico y, por consiguiente, pueden ser efectivos para generar estrategias de marketing.

El "cacaposteo" es también una forma poco convencional de hacer política digital por medio de la saturación de imágenes y conceptos, pues en muchas ocasiones se utilizan como fachada elementos de humor y de crítica que podemos encontrar con frecuencia en redes sociales. En contextos electorales como el actual, estas estrategias de marketing online pueden ser utilizadas para desestabilizar la agenda informativa al generar caos y desinformación.

Por eso, en política, el objetivo final del shitposting es desviar el debate productivo y distraer al público. Y si este público es "tradicional", es decir, poco atento a las redes sociales, es altamente probable que no reconozca que se trata de desinformación o humor: no sólo lo consumiría sino que también lo compartiría con otras personas.

Trump, el adelantado

En 2016, el grupo Alt-Right estadounidense Nimble America recibió mucha atención de la prensa cuando hizo circular por las redes contenido sobre Hillary Clinton en clave shitpost.  

En este contexto, el shitposting fue en Estados Unidos una de las principales estrategias del equipo de Donald Trump, invirtiendo mucho dinero en estrategias online. La burla contra Clinton en 2016 y Biden en 2020 se convirtió en su arma clave de marketing político, mostrando a los candidatos demócratas como “débiles”, “viejos” o “incapaces”. En el caso de Biden, inclusive, con apelaciones violentas sobre “su senilidad” e “incapacidad de tomar decisiones” (con imágenes que indicaban que "América no estaría segura" si votaban por él o insinuando que éste se podía "hacer en los pantalones" o "dormirse" ante una crisis política). Cuatro años atrás, hicieron algo similar con Clinton, aunque en ese caso también con la fuerte influencia que tuvo Cambridge Analytica, la empresa de minería de datos que desarrolló fake news que luego fueron replicadas a través de redes sociales, blogs y medios de comunicación online.

Desde entonces, el shitposting político ha sido una constante en todo el mundo, comenzando por Reino Unido en los comicios post-Brexit y siguiendo en Latinoamérica con sociedades altamente polarizadas como en Colombia, Brasil, Chile y ahora  Argentina.

Por su parte, la BBC al tratar de explicar el fenómeno mismo fue acusada de “incurrir también en cacaposteo”, lo cual la hizo sujeto de críticas y ataques de otros medios, que acusaban a la editora Laura Kuenssberg de no haber hecho bien su trabajo de investigación, o simplemente de “no entender la cultura de internet”.

Ahora bien, el shitposting puede utilizarse como un ataque reiterado a nuestra capacidad de procesar y dar sentido a las imágenes políticas que consumimos. Nuestra mente, al poder sólo atender y ordenar un cierto número de estímulos en simultáneo, si no es capaz de hacerlo los dejará en un estado inconcluso haciendo que sea difusa la postura que tomemos frente a estos y, producto de ese ataque-saturación, la ventana se ensancha al normalizar la exposición a dicho tipo de mensajes.

En ese sentido, la definición más acabada sobre estas estrategias sea la que dio Paul Dempsey en la revista Engineering & Technology, cuando dijo que "ya sea de izquierda o de derecha, esto se convierte peligrosamente en metástasis online de los dos minutos de odio de Orwell".

¿Y por casa como andamos?

Más cercano a nosotros, un caso paradigmático fue el de Jair Bolsonaro caminando lentamente por un hospital de San Pablo, en un video modificado con el ancho ampliado, cual espejo deformador, y la canción "Song for Denise" de Piano Fantasia como fondo, que suele utilizarse en posteos de humor y memes. Como era de esperar, la publicación no pasó desapercibida, generó risas y un desconcierto total entre los usuarios de Twitter, pero también una viralización a gran escala, sea por consumo irónico o por personas genuinamente preocupadas por la salud del entonces futuro presidente de Brasil.

Por esos años, Rodolfo Hernández en Colombia, compartió en sus redes sociales una animación de Mario Bros. con su rostro que fue furor entre jóvenes “nuevos votantes” y, en Ecuador, Xavier Hervas publicó en su campaña presidencial varios videos en una scooter, usando canciones pegadizas y afirmando que su campaña “iba sobre ruedas.

Mientras tanto, por estos días Patricia Bullrich se muestra en Argentina, manejando rápida y furiosa, mal recortada sobre un cuerpo de un corredor de autos, pisando "zurdos y kukas".

En Chile, los candidatos a la presidencia que llegaron al ballotage el año pasado, Gabriel Boric y José Antonio Kast, entendieron que gran parte de sus esfuerzos para atraer a los indecisos debían centrarse en redes como Twitter, Instagram y TikTok, donde navega la población más joven y que ha renegado de la política tradicional.

En ese sentido, las redes sociales han creado una nueva dinámica a las campañas políticas en todo el mundo y el shitposting es una tendencia que, cuando es usada de forma creativa e inteligente, puede ser efectiva para atraer votos o posicionar la imagen de los candidatos.

Según un estudio de la British Journal of Politics and International Relations (BJPIR), la mayoría de los shitposts políticos son producidos por los mismos usuarios o partidarios de los candidatos. De allí también radica la fuerza de esta tendencia, pues se da la percepción de que es algo espontáneo de la población y no algo impuesto por un partido político.

De hecho, el mismo estudio explica que los creadores de estos contenidos defienden al shitposting como una forma de activismo político. 

Orgullos y perjuicios

En resumidas cuentas, esta estrategia de marketing no es algo malo en sí mismo y su uso de forma creativa es un recurso válido. Sin embargo, el problema radica, como en casi todo en este mundo, en el uso. 

Utilizar el shitposting para promover fenómenos como la desinformación, la campaña negra contra otros candidatos o la simplificación intencional del debate político es perjudicial y peligroso.

Margaret Sullivan, columnista de The Washington Post, ha estudiado en detalle las últimas campañas políticas en Estados Unidos y cree que estas tácticas son similares a la propaganda durante el nazismo o la Guerra Fría: repetir una y otra vez, bombardear con sin sentidos hasta que en un punto el mensaje queda grabado incluso en forma inconsciente, así sean datos manipulados o desinformaciones.

Existen recursos como el de Chequeado en Argentina que se dedican a buscar fake news, descontextualizaciones o desinformación en los discursos y en la propaganda política. En Estados Unidos, por ejemplo, un estudio hecho por el portal Politifact encontró que más del 60 % de los discursos de Trump que fueron sujetos a verificación de datos contenían este tipo de desvíos, lo que redundó en que luego del triunfo de Biden, el 70 % de los republicanos creyera que había habido fraude. Semanas después de los comicios, Twitter y Facebook bloquearon las cuentas del ex presidente por divulgar noticias falsas.

Al respecto, el estudio del BJPIR afirma que aunque tienen un altísimo engagement y son muy efectivas para convencer y atraer nuevos electores, estas estrategias no aportan significativamente nada al debate político y al incremento del “conocimiento político de los usuarios”.

Y si bien las redes sociales son un buen espacio para ejercer el activismo político, la clave está en que cada ciudadano se informe y no se quede sólo con lo que estas le aportan a la hora de votar, porque así como ha dejado un espacio nuevo para la deliberación política, también le ha abierto la puerta a estos peligros.

Sin embargo, hay que tener en cuenta un detalle no menor: las mentes saturadas buscan consumir shitposting. Esta modernidad de consumo masivo y velocidad de distribución de contenidos produce que evadirse sea la norma para que la avalancha de noticias no nos agobie. Por eso, es importante analizar qué encontramos en este universo, qué nos brinda, qué es estrategia de contenidos para favorecer (o perjudicar) a alguien y qué no. 

El último refugio que teníamos, donde apagábamos el cerebro para reír, también ha sido coaptado.

Mariano Aratta
Mariano Aratta

Licenciado en Ciencias de la Comunicación (FSOC-UBA) y periodista, especializado en Comunicación Digital. Profesor de Cs. de la Comunicación en nivel medio. Trabajé en radio y publiqué en distintos medios, portales y publicaciones académicas.

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