Del alcohol en la Edad Media

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En este artículo vamos a hablar un poquito de cómo era el tema del consumo de alcohol en algunas regiones durante la Edad Media, ¿empezamos?

Las borracheras vikingas

El alcohol entre los vikingos era considerado un símbolo de status. En la sociedad vikinga, existían tres tipos de bebidas alcohólicas: el vino, sumamente costoso y casi inaccesible al ser importado desde Alemania o Francia; el hidromiel, miel fermentada dulce y la cerveza, fuerte, oscura y maltosa. La consecuencia de los elevados costos del vino y el hidromiel fue que casi todos los vikingos tomaran cerveza; en cambio el vino encontró a su principal bebedor en Odín, quien debido a su prestigio de máxima deidad era lo único que consumía. En el folclore, el nombre del padre de todo era traducido como “el borracho”, y al momento de beber se le ofrecían libaciones con cerveza.

Para que un señor pudiese asentarse en el poder, era necesario que construyera un salón de hidromiel. Estos podían medir desde tres a noventa metros de largo y cumplían con una importante función social: dar de beber a sus guerreros, por lo que un gran señor debía tener los medios para abastecerse de suficiente alcohol. Estos encuentros tenían el nombre de sumbl y el acudir a ellos ponía en juego el honor y la lealtad, ya que al beber cualquier vikingo quedaba obligado a defender militarmente al dueño del salón. El papel de las mujeres aquí era importante. Llamadas para ocasión las tejedoras de la paz, coordinaban el evento, transmitían un ambiente calmo y cuidaban que se mantuvieran las formas durante el banquete.

El primer trago era servido por la reina a su marido, utilizando un pequeño tamiz que llevaba colgado del cuello. Se trataba de un gesto formal durante el cual incluso podía aconsejarlo públicamente. Una vez que el rey hubiese bebido, era el turno de los guerreros en orden descendiente de rango y por último se servía a los invitados. Las tres primeras rondas eran dedicadas a Odín, pidiendo la victoria; a Njörd y Freya, por la paz y una buena cosecha; y luego venía el minnis-ol o la memoria de la cerveza, en conmemoración a los espíritus de los ancestros y amigos fallecidos.

Los vikingos no solo bebían en el tradicional cuerno, sino que además lo hacían en copas. A una en particular hoy en día se la denomina “copa-embudo” y, al igual que el cuerno, no estaba hecha para apoyarse sobre la mesa: el comensal debía beberse todo su contenido de una sola vez para probar su virilidad. El folclore nos cuenta en una de sus historias que Loki desafió a Thor a beberse un cuerno de cerveza. Tras ver como lo intentaba dos veces sin éxito, Loki, con burlas y provocaciones de por medio, le confesó que el extremo del cuerno estaba conectado al mar: Thor había bebido tanto que bajó el nivel de todos los mares del mundo.

Los guerreros también demostraban su hombría al recitar extensos y complicados versos en los que  alardeaban sus logros y fechorías. Estas palabras tenían un peso importante ya que debían estar respaldadas por hazañas que realmente hayan tenido lugar o que estuviesen planeando realizar. Se esperaba que el guerrero estuviese a la altura de sus versos. Incluso existía la bragarfull, la copa de las promesas, con la que se sellaba el juramento al beber de ella. Luego se traería un jabalí sagrado y se debía volver a jurar apoyando la mano sobre él. El animal era sacrificado y su espíritu volaría junto a la diosa Freya para hacerle saber de la promesa realizada.

Al finalizar el sumbl, haría su aparición la Garza del olvido, una criatura mitológica que invitaría a los comensales a sumirse allí mismo en un profundo sueño alcoholizado.

Monasterios y alcohol

¿Alguna vez te preguntaste porqué los monasterios siempre eran saqueados por los bárbaros de turno? No era por una cuestión de fervor religioso ni mucho menos, el motivo era que en estos lugares se encontraban los mejores botines. Pongámonos un poco en contexto: los bárbaros eran pueblos nómades que iban de aquí para allá saqueando, violando y matando, no se trataba precisamente del tipo de personajes que te gustaría encontrarte afuera de tu casa. A estos bárbaros les gustaba el vino, pero no sabían cómo producirlo. Sus borracheras las conseguían gracias al kumis, una bebida hecha con leche de yegua fermentada, cuya preparación se adecuaba a su ajetreado estilo de vida. Cuando se encontraban con un campo de trigo, podían preparar cerveza con su grano. El vino requería asentarse para cultivar viñedos por años, por lo que era más sencillo robarlo.

La población, cansada de estos continuos saqueos, comenzó a levantar monasterios en lugares apartados. Aquí no solo era un poco más seguro, sino que además era un sitio en donde podían (una vez tomados los hábitos) beber y llevar una vida dentro de todo tranquila. Sin embargo, había reglas con respecto al consumo del alcohol, aunque no siempre eran muy estrictas por una sencilla razón: era mucho más sano beber cerveza que agua. Para poder beber agua en condiciones medianamente sanas, era necesario contar con un pozo o un acueducto. El agua de los arroyos generalmente estaba sucia y era una buena fuente de enfermedades. Si no había otra opción que beber agua, se recomendaba tomar inmediatamente después un trago de sangre de oveja caliente. Del abad Aelfric nos llegó la siguiente sentencia: “Cerveza sí la tengo, agua si no tengo cerveza”.

Inglaterra: tabernas, posadas y casas de ale

El hombre medieval consumía mucho alcohol, era parte de la vida cotidiana, no solo para los adultos sino para los niños también. El agua solo la bebían los pobres. Sin embargo, no era cerveza lo que se tomaba en Inglaterra, sino ale. La ale era una bebida relativamente fácil de preparar, espesa y nutritiva pero no muy agradable al paladar; hecha con cebada, agua y, si había, algunas especias o hierbas para disfrazar el mal sabor (el rábano picante era lo más usado). Su fabricación estaba a cargo de la esposa de la casa y, al no poder conservarse durante más de dos o tres días, consistía en una fuente de ingreso extra ya que lo que no se consumía se vendía. Era una buena manera de ganarse la vida cuando una mujer enviudaba. Para informar a la comunidad que había ale disponible, simplemente se clavaba en la puerta una estaca de ale, que consistía en un palo con una rama de arbusto atada en la punta. Los compradores acudían con sus jarros, pero no se quedaban allí a beber, se la iban tomando de camino al trabajo, a la iglesia o al que hubiese sido su destino en ese momento. Una vez que la ale se terminaba la estaca se retiraba.

Visto así, un lugar exclusivo para beber no tenía mucho sentido: se bebía ale en el trabajo, en los hogares, en los caminos, en las iglesias, incluso era parte de la paga de un trabajador… Pero a principios del siglo XIV se produjeron algunos cambios. No solo se le prohibió a la gente beber en las iglesias, so pena de excomunión; sino que además los nobles dejaron de contratar a los campesinos para labrar sus tierras: era más sencillo arrendárselas para que lo hicieran ellos mismos. Al ya no recibir su paga en ale, la gente comenzó a salir a comprarla por su cuenta después de trabajar. Por su parte, las mujeres al ver que ahora sus clientes necesitaban un sitio donde sentarse a beber y descansar empezaron a abrir las puertas de sus cocinas. Aquí encontramos el nacimiento del pub.

En tercer lugar, tenemos la llegada del lúpulo a Londres, y su posterior distribución por el resto del reino. Este hecho, crucial para la fabricación de cerveza en el país, se dio de forma muy lenta, a tal punto que en algunas zonas se siguió bebiendo ale hasta pasado el siglo XVII. La cerveza presentó dos ventajas sobre su antecesora: su sabor era mucho mejor y, muy importante, podía conservarse por mucho más tiempo, por lo que podía producirse en grandes cantidades. Surgieron así las primeras cervecerías en el país, pero ahora la bebida sería fabricada por hombres. Las casas de ale siguieron conservando su nombre, a pesar de que el producto vendido fuese otro, y las mujeres a cargo tuvieron que comprar la cerveza en lugar de fabricarla.

Ahora bien, llegado este punto, no podemos hablar de cerveza sin mencionar la diferencia entre las tabernas, las casas de ale y las posadas.

Tenemos una idea algo romántica y poco real de las tabernas en la Edad Media: nos las imaginamos con una barra de madera y un tabernero de mirada suspicaz, en donde los nobles bebían con las prostitutas sentadas en el regazo y los campesinos conseguían un trago por poco dinero. Allí también se escondían los maleantes, se juntaban los espías o acudía cualquiera que deseara obtener información. Afuera, el frío de la noche te penetraba hasta los huesos, pero en ese cálido interior uno podía disfrutar de los placeres mundanos al calor de un buen fuego. Para pasar la noche, estaba la posada, un lugar con techo de paja y paredes de piedra o madera, al que cualquier viajero a pie podía acceder. Por el módico precio de unas monedas (recordemos que los viajeros tienen su dinero contado), este trotamundos podría acceder a una buena cena casera y a una cama llena de pulgas en la que debería dormir con un ojo abierto por miedo a los ladrones. A la mañana siguiente, sí la suerte le sonreía, comería su desayuno en silencio y continuaría con su misteriosa aventura, sin que nadie le hiciera preguntas.

La triste realidad para los más soñadores (entre los cuales me incluyo) es que esta imagen dista mucho de lo que eran estos establecimientos. Para comenzar, las tabernas eran sitios en donde se servía vino, el cual al ser importado, era costoso. Esto deja afuera al cansado campesino que busca alegrar su vida con algo de vino. Al ser para personas pudientes, sí se podían encontrar otros placeres en ella, tal como prostitutas o juegos de azar. Por otro lado, las posadas eran el equivalente medieval a un hotel caro y prestigioso. Tampoco las encontrabas en cualquier lugar: generalmente estaban en los grandes pueblos o en las ciudades, junto a la plaza del mercado y cerca de unos lindos jardines. Su prestigio era tal, que incluso podían llevarse a cabo sesiones de la corte en ellas. Arrendar una habitación era bastante barato, el verdadero negocio estaba en los “beneficios extras” que poseía la posada: utilizar el establo, la comida y el vino consumido, etc. El posadero era un hombre de negocios muy rico y no cualquiera se alojaba en su propiedad.

Afortunadamente para el populacho, habían otras opciones más económicas: las ya mencionadas casas de ale. A partir de la entrada del lúpulo en Inglaterra, podías conseguir en ella tanto ale como cerveza, y se podían distinguir (además de la estaca), por la banca de ale, un asiento colocado afuera para poder beber al calor del sol; o por los clientes jugando a los bolos o apostando. El lugar seguía siendo una cocina. La ley estipulaba que la puerta siempre debía estar abierta, excepto durante el invierno, a fin de que las autoridades pudiesen controlar lo que pasaba allí adentro sin que se vieran en la necesidad de entrar. Aquí tampoco habría una barra, pero sí un buen fuego y un par de sillas. A las casas de ale no solo acudían los pobres, sino aquellos que quisieran escapar por un rato de sus obligaciones: los amantes, los sirvientes, cónyuges que ya no toleraban a su pareja (las mujeres siempre iban en grupo) o los jóvenes desobedientes. No se trataba de un sitio del todo respetable, ya que uno podía beber perfectamente en su propia casa. Los forasteros saludaban con un “¿qué noticias traes?” y comenzaban los chismorreos. También se podían quedar a dormir, dependiendo de la cantidad de dinero que trajera, el parroquiano pasaría la noche en las bancas de la cocina o en la propia cama del dueño del lugar. El pago se realizaba con dinero o mediante un trueque.

Así como para nosotros lo es el viernes o el sábado, el día de la borrachera medieval eran los domingos a la mañana, al no trabajar podían permanecer en estado de ebriedad durante todo el día. El domingo también se podría considerar como un día de “competición”, ya que la Iglesia y las casas de ale rivalizaban por la asistencia de los pobladores del lugar. Sin embargo, bien sabemos que la carne es débil, de modo que podemos imaginar el resultado de la disputa…

Los aztecas y su "Ley Seca"

En esta cultura precolombina encontramos el pulque, una bebida muy nutritiva, blanca y viscosa con un grado alcohólico similar al de la sidra o la cerveza. Para elaborarlo los aztecas utilizaban la savia del agave, y era común que fuese consumido por las mujeres durante el embarazo. A pesar de sus beneficios, su consumo estaba prohibido: se consideraba a la embriaguez como la razón de todos los males y quién fuese visto en dicho estado generalmente era ejecutado; si se trataba de un plebeyo, el infractor era apaleado o estrangulado de forma ejemplar ante la comunidad; la nobleza, en cambio, disfrutaba de un estrangulamiento en privado. En Texcoco, ciudad – estado aliada a los mexicas, bajo el mandato de Nezahualcóyotl las leyes en contra de la borrachera fueron un poco más permisivas con el pueblo en general; pero rígidas con los sacerdotes y los altos dignatarios. Mientras que los primeros contaban con una segunda oportunidad (sólo se los humillaba públicamente y se les afeitaba la cabeza), el castigo para los religiosos y funcionarios era la muerte.

Contradictoriamente, los mexicas le rendían culto a varias deidades alcohólicas, como por ejemplo Patecatl, dios de la fermentación, y su esposa Mayahuel, diosa del agave, quien dió a luz a los Centzon Totochtin, cuatrocientos conejos borrachos que representaban el comportamiento inmoral producido por el alcohol. Se cree que únicamente estaba permitido beber durante las festividades religiosas y entonces, al haber estado durante tanto tiempo el deseo reprimido, lo hacían hasta perder el sentido. Sin embargo, debido a la falta de fuentes esto se trata tan solo de una teoría.

La otra gran excepción a la prohibición del consumo de alcohol eran los ancianos: una vez que ya no podían producir para la sociedad, eran libres para entregarse al vicio en privado. Incluso contaban con una alegre ceremonia en la cual “el iniciado” servía a los demás pulque siguiendo un orden ya establecido, cuando notaba que aún no estaban borrachos volvía a servirles, esta vez en orden inverso. Así, los ancianos pasaban el resto de sus noches bebiendo en vasijas de calabaza, riendo y celebrando su edad.

BIBLIOGRAFÍA:

Una breve historia de la borrachera – Mark Forsyth.

Lorenzo Di Franchesca
Lorenzo Di Franchesca

Vivo mil vidas, encarno en mil historias, recorro mil mundos porque leo y porque escribo.

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