Un paquete de caramelos

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No eran cualquier tipo de dulce, no; eran esos botones de gomita de colores y de sabor frutal, mi golosina preferida en todo el mundo. Tan solo eso le bastó para hacerme sonreír. No lo conocía, apenas si sabía su nombre pero él había comprado un paquete de caramelos solo para mí ¿Cuál había sido el motivo? No lo sé, pero yo tenía el regalo en mis manos y sus ojos en los míos. 

De repente, ya no importaba la excusa porque aunque fuese tan solo por dos minutos, él tenía tiempo para verme y darme un beso. O dos. Y se habían vuelto una dulce adicción, como lo era el perfume en su cuello.

No tenía expectativa alguna, sólo quería saborearlo poco a poco, sin prisa; como a cada uno de los caramelos. Escribirle palabras sueltas en una servilleta y formar una especie de verso amorfo en trazos azules y arrugados.

Yo apenas salía de una cadena de promesas mudas y de descubrir que el sol estaba oculto tras un pulgar cuando me vi  sonriente frente al espejo soñando despierta. Había sido tan rápido que parecía un sueño lejano pero en realidad todo había pasado en casi un suspiro.

A veces el miedo venía para recordarme que todo esto podía convertirse en un vano intento por sostener la arena entre los dedos y que cuando abriese la mano toda ella caería en una lluvia de rocas diminutas, dejando solo algunos granos sobre la palma de mi mano, convirtiéndose en recuerdos de lo que pudo ser. Pero un instante después, esa voz en mi interior volvía para  decirme que abriese los ojos y que notara que su mirada estaba posada en mí y que aún me encontraba entre sus brazos. Entonces la paz me envolvía con su manto cálido y abrigador haciendo que el miedo, irremediablemente, se fuera por el mismo recuerdo por el que había venido.

Me encontré sonriente sin razón, sintiendo paz después de mucho tiempo y sonrojada en cualquier parte cuando él me jugaba bromas con el propósito de hacerme reír. Todo había sido inesperado, a veces incierto pero siempre terminaba con un beso y un "te veo mañana".

Estaba navegando en un mar de sensaciones de las que me había olvidado, pero que habían regresado para erizarme la piel luego de ese beso robado bajo la mirada atenta del sol de verano. El poema de su sorpresa aún sigue firme en mis retinas. Incluso la piel se me sigue erizando cada vez que lo recuerdo. Era un mar de dudas, donde él se había convertido en mi única certeza. "No lo pienses" me dijo, "dejate llevar" escuché y hasta el día de hoy, solo dejo que la corriente me lleve de paseo para ver hasta donde es capaz de llegar.

A veces uno cree que lo mejor que está por vivir puede llegar con un viaje, una visita inesperada, un mensaje. En mi caso, solo pienso en lo que el día me depara cada vez que leo sus "buenos días" y agradezco cada noche por todo lo vivido. Yo no esperaba nada, bastante me habían herido ya, como para ilusionarme de nuevo. Pero las cosas cambian cuando uno mira con otros ojos y descubre que detrás del árbol hay un inmenso bosque verde y frondoso. La vida se torna diferente de un momento a otro y la felicidad llega de maneras inesperadas. La mía llegó envuelta en un paquete de caramelos.

Camila Foresi
Camila Foresi

Escritora nacida en la primavera del 83' en Bahía Blanca. Transitando el profesorado de Lengua y Literatura en el Instituto Avanza. Autora de Margarita (2021) y trabajando en la próxima obra. Escribo porque me hace libre.

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