Los pájaros trinan cuando la muerte se asienta

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Los pájaros trinan cuando la muerte se acerca. Es un brazo roto, astillas, memoria. Un paso a la vez que resbala hasta quemar las manos. Se borran en la tierra, está descalzo, el cuerpo despierto, deja entrever la luz de la boca. Pero el dejó de oír los pájaros hace mucho, trina con ellos, se hace elevar.

¿Acaso contemplando las nubes, atraería a su musa descarriada a los brazos del borracho pintor?  El alma no podrá con los defectos, si muere hoy, no se hará descansar.

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Un presagio de las comadronas en la noche de San Juan, venidero de ritos y rezos, indica que la noche endiablada se espanta con tres gotas de sangre sobre el petricor. El viejo descalzo avanzó cinco metros sobre el suelo y se lanzó para provocar la pesadumbre, pero su carácter mefítico volcó su lengua al esófago, atragantándose con tres dientes de oro. Los incautos lo llevaron pronto al matasanos, entablando la maldición en el viejo, que ahora se desvela pidiendo perdón a su musa. 

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La musa se endiablo esa misma noche con los anuncios de perdón y olvido de sus crías. La muerte se acerca, dijo, enroscándose tres patas de pollo momificado, herencia de la bisabuela, que amaba con rencor a todo que no fuera animal. Conservó para su estirpe las sagradas crías de gallina, que ahora la musa llevaba consigo, tratando de protegerse del dolor y el desengaño. El viejo ahora lucía una mirada triste, buscando en la oscuridad el zapato suntuoso que le hizo caer. 

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Esa misma noche era lluvia, danzando alrededor de los muertos, estrechando lazos con la ciénaga. Si el viejo supiera bailar. Labrar entre ladridos, las faldas de la musa se elevan; y para cuando lo visite, el viejo se vista y se haga llorar.

                                                               *

La musa no perdona, pero vigila. Y se presenta a los pies del viejo, sin lavarlos porque no es su hermana, ni ninguna sierva de sacrificio. Los ojos se entrecruzan, pero no dicen nada. Los pájaros trinan en otro callejón, abandonando al viejo con otra vida, y la musa le seca el dolor, sin intención y sin lujuria. Ha de esperar otro día.

*Imagen de Pexels. Propiedad de Anastasia Shuraeva.

Verónica Abir
Verónica Abir

Solo lo intento cada día, como respirar.

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