Hortensias

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Las hortensias se empezaron a marchitar. Sí, ya sé que nada tiene que ver contigo, Camila. Pero con alguien lo tenía que hablar en algún momento ¿Te acordás la historia de las hortensias Camila? Tantas veces pensé en que fueran camelias. Así al menos algo tenían que ver con vos. En lo fonético aunque sea, siempre me gustaron los juegos de palabras, las casualidades del español. La primera hortensia la trajo mi abuela. Allá en el ‘39 cuando los españoles le huían a la dictadura franquista en barco. Trajo la hortensia en un frasco de conserva con agua a través de todo el Atlántico porque mi bisabuela le decía que la hortensia estaba en el escudo de armas de nuestra familia, y esa era su bandera.

Obviamente era mentira. Ahora hay internet Camila. Con solo dos clicks podés ver el escudo de armas de tu familia y su significado, y nosotros poco o nada tenemos que ver con las hortensias. Pero nosotros sí Camila. Nosotros que crecimos viendo al mar, en ese banco de hormigón sin pulir, sobre las hortensias de mi abuela ¿Te acordás Camila? Pensábamos que los barcos del horizonte no se movieron durante 15 años porque pasábamos todas y cada una de las tardes de calor en el balneario mirando aquel horizonte. Las tardes donde el calor aplastaba el polvo rojizo contra las calles sin asfaltar y el aire no visitaba las siestas de nuestros padres, y nosotros éramos niños que no jugaban. Nos sentábamos a hablar de los barcos en el horizonte, Camila. Inventábamos la vida de los marinos que nunca tocaban puerto; que solo comían pescado y se dormían mecidos por la marea; que le mandaban cartas a sus hijos, tan diferentes pero de la misma edad que teníamos nosotros ¿Te acordás Camila? Que me dijiste que antes me iba a ir yo del balneario que los barcos del horizonte, y ahora estamos sentados acá. Volví Camila, pero sólo de visita, porque la vieja me dijo que las hortensias de la abuela se estaban secando y quería llevarme al menos una. Como cuando la abuela era joven y puso la hortensia en un frasco para llevar a la familia al otro lado del mundo. Aunque en realidad no se llevó nada. Pero para eso vine, Camila, y cuando te vi, te quise pedir que me acompañaras a buscar la hortensia. Para cruzar nuestro Atlántico, de una vez y para todas. Lejos de las calles rojizas y los juegos de palabras. De los días en los que no entendía que te quería. De los años que les dedicamos a esos barcos, anclados en el horizonte, y a los hijos de los marinos Camila. Yo ya no vivo en el balneario, y vos vivís con él ¿Estás enamorada Camila? Yo sé que puede ser raro que yo venga después de tanto tiempo a contarte la historia de las hortensias, a decirte que sueño con vos, que te veo en un barco a lo lejos pero cerca, y me invitás a pasear mientras todos los adultos del mundo duermen la siesta, pero yo necesitaba decirlo Camila. Incluso ahora, que ya no vivo en el balneario. Incluso ahora que sé que nuestros barcos, tras la mesa de hormigón y enfrente a las hortensias de mi abuela, siempre fueron las luces de otra ciudad al borde del horizonte.

* crédito foto de portada: Felipe Castro

 Ignacio Vazquez
Ignacio Vazquez

Yo no elijo escribir así. Escritor uruguayo

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